“Trabajando es como voy aprendiendo. He partido de una búsqueda iniciada en Bruselas sobre el camino del exterior (aparentemente del paisaje) al interior retomando ideas originales presentes en mis primeras épocas, y he ido evolucionando introduciendo más libertad, jugando más con las sugerencias, con lo arbitrario, con aparentes paradojas, con alusiones a tópicos clásicos… Una nueva etapa es una aventura y lo que se aprende es el resultado, lo que se ve en la obra. Además, creo que he complicado el papel del espectador. Mi táctica ha sido siempre bucear en mi interior para emprender una nueva etapa”.
“Mi contacto con otros pintores ha sido siempre con su obra, con sus obras vistas en exposiciones y en los museos, el contacto muy directo, físico. Siempre sentí una atracción fatal por el claroscuro, que coincide con mi descubrimiento de Rembrandt. Luego incorporé el interés por el ilusionismo como juego y por el sentido humorístico, que también hay en ese pintor y en otros de su época, con cierta frivolidad, pero casi siempre he tendido a ser más bien hermética y abstracta. En mis comienzos, en los años sesenta, mi ambiente como “vanguardia” era la abstracción, así que el claroscuro, el aire, la perspectiva, estaban condenados (por el ambiente). Con el bagaje de la abstracción me voy metiendo luego en los espacios, y así voy volviendo a los orígenes clásicos, intento pasar de la Historia del Arte (la de mis pintores) a mis cuadros”.