La fuerza del discurso de Lajarín, no solo se percibe en la lucidez desde la que sondea el contexto del presente, sino en el carácter prospectivo de su pintura, con un fuerte protagonismo del color, del espacio, de la geometría y de los juegos ópticos. De ahí que su obra tenga vigencia y agudeza, contemporaneidad y reformulación técnica, aun validando símbolos de la tradición pictórica. Los objetos escultóricos y el vídeo son fieles a estos parámetros. Lajarín enriquece su propuesta con otros lenguajes que le permiten profundizar en estas ideas, a la vez que iniciar un curioso flujo de las mismas, dentro de su percepción y materialización creativa.
Lacosta también valida el lenguaje cinematográfico clásico, en estructura y esencia. Además, otorga a sus planos un nuevo valor. El paisaje que muestran sus videos es mucho más que paisaje. Es “almacenamiento de información”, como un álbum de hojas movibles, como registros intercambiables de una base de datos. De este modo los movimientos de cámara se trasladan de un video a otro usando las técnicas de postproducción, y los objetos creados en CGI de forma hiperrealista se confunden con los reales rodados, replanteando y haciendo cuestionar nuestro espacio y percepción. Edita planos y los superpone, de tal manera que hay palmeras insertadas en lugares distintos, planos compuestos sutilmente y hasta elementos completamente digitales. Aunque aparentemente casual, en realidad, se trata de un mundo totalmente intervenido hasta un punto imperceptible.
Fragmento del texto de Ana Revilla
Con la colaboración de
