El encuentro con el espejo era en cierto modo inevitable después de la indagación sobre la pérdida que articuló las dos exposiciones anteriores de Caja Negra. Lo recordaba un viejo ventrílocuo*, consciente de la contradicción que orilla la polisemia en parálisis. Pues si la crítica del simulacro y del reflejo ha llegado a ser un tópico de la producción contemporá-nea, perdura en la metáfora un lastre sentimental que induce a una engañosa lucidez. Quizá un planteamiento eficaz del tema tendría que prescindir físicamente de los espejos y pantallas que, más que cualquier otro elemento, definen el horizonte. Ante la imposibilidad de darles la vuelta, solo en la opacidad apunta un atisbo de revolución.
* “Les miroirs feraient bien de réfléchir avant de renvoyer une image”. Jean-Luc Godard. Deux fois cinquante ans de cinema français (1995) / Jean Cocteau. Le sang d’un poète (1930).